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Kiroranke "Zarpa Roja"

Es viajero.

Lugar Actual:

Titulo:

Zarpa Roja.

Raza:

Pandaren.

Edad:

Prefiere no decirla.

Lugar de nacimiento:

Cima Kun Lai - Aldea Binan.

Historia

Hijo de una familia experta en té, nació al sur de Cima Kun Lai, en la Aldea Binan.

 

A edad temprana, optó por viajar hasta el Templo del Tigre Blanco y volverse un pupilo de aquel lugar. Se entrenó en las artes marciales, forjando su cuerpo y templando su espíritu. Obtuvo su sobrenombre "Zarpa Roja" tras defender junto con otros monjes la Aldea Binan de un ataque Saurok, aunque no por lo que se esperaría. Para ese entonces, el joven Kiroranke descansaba de sus ejercicios en su aldea natal, pero no se salvaba de ayudar en el negocio familiar.

 

El día del ataque, se encargaba de cocinar unos postres que requerían una masa pegajosa, que se moldeaba con las palmas. Cuando comenzó la batalla, el joven salió en defensa rápidamente, sin retirarse la masa ni el delantal. Combatió al invasor con las zarpas pegajosas; la sangre que emanaba del enemigo tras cada golpe que asestaba se impregnó en sus manos; después de unas horas, la masa se endureció atrapando la sangre, coloreando sus zarpas de color carmesí por varios días, hasta que una buena lavada retiró los vestigios de lucha.

​

Unos cuantos años después de aquel incidente, Kiroranke volvió a la Aldea para el Festival de la Cerveza Lunar, orgullo de Binan. Ahí encontró algo más que el calor familiar, se enamoró.

 

Una familia de granjeros del Valle de los Cuatro Vientos había emigrado a Cima Kun Lai, y se asentaron en aquella aldea. Su hija, una Pandaren de pelaje negro que acomodaba a dos coletas, debutó como cantante en aquel festival, capturando la atención del monje.

 

Tras varios esfuerzos, el amor fue recíproco, y en la Aldea Binan se celebró una ceremonia matrimonial entre Kiroranke Zarpa Roja y la señorita Yazawa.

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Zarpa Roja se preparó para un nuevo estilo de vida.

 

Agradeció a sus maestros del templo por sus enseñanzas con una profunda reverencia, y descendió para vivir una calmada vida con su pareja, criando yaks para ganarse el alimento tras establecerse en los campos al norte de Binan.

​

No obstante, no dejó de entrenar, ejercitándose cada mañana para ser capaz de defender a su familia.

​

Tras pasar el tiempo, en la adultez tardía de Kiroranke, su esposa resultó preñada después de algunos intentos fallidos. Aunque siempre realizaban los viajes juntos a Binan para reabastecerse, aquel día Kiroranke prefirió que Yazawa permaneciera en casa y no se agotara, decisión de la que se arrepintió tras volver.

 

Un enemigo, bárbaros de más allá de la gran muralla, atravesaron Kun Lai alcanzado el criadero de Yaks de Zarpa Roja. Kiroranke arribó tras el atardecer, sólo para contemplar las ruinas del rancho, y las ascuas danzantes que parecían burlarse del monje; junto a sus provocadores, los Yaungol.

 

El pandaren, habiéndose embriagado de ira tras conocer el destino de su esposa y su hija no nacida, se enfrascó en un combate a muerte con varios Yaungol armados a la vez.

 

Después de matar a varios solamente armado con una hoz, y momentos antes de que la batalla se volcara hacia su última derrota, las sombras del Shadopan concluyeron con aquel baño de sangre.

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Una furia de tal magnitud no se difuminaría sin consecuencias; esa noche, Kiroranke conoció los resultados de entregarse a la ira. Nunca ha contado a nadie qué experimentó con aquella manifestación oscura, esa a la que los Pandaren llaman Sha.

 

Pero, decepcionado por haber sucumbido después de tanto entrenamiento, y sin su pareja que lo atara a Cima Kun Lai, decidió equiparse un sombrero de paja, un morral viejo, y viajar por toda Pandaria, y después por el nuevo mundo fuera de su país.

 

¿Con qué propósito? Quizá para disciplinar el espíritu.

​

Viajó con comerciantes tras la apertura de Pandaria, conociendo el resto del mundo. Aprendió a comunicar lo básico en lengua común y orco durante sus aventuras errantes.

 

En los sucesos predecesores  al Asedio de Orgrimmar, al enterarse del ataque de Garrosh Grito Infernal al Valle de la Flor Eterna, buscó su lugar entre las fuerzas revolucionarias, creyendo que era la manera más eficaz de defender su tierra. Fue aquí, que conviviendo con los rebeldes, perfeccionó su orco y comenzó a pronunciarlo con fluidez.

 

Participó en la batalla del Asedio de Orgrimmar, combatiendo en las puertas y en las calles.

 

Tras la victoria de la revolución, pasó un tiempo entre los Houjin, aprendiendo de los Pandaren de la Isla Errante y de la filosofía de sus parientes lejanos que juraron lealtad a la Horda.

 

No obstante, no tenía interés en servir a tales fines políticos, y continuó con su viaje sin jurar lealtad a una facción.

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